ESCUCHANDO:
Hay gente que odia el deporte, ya no hacerlo o verlo, les basta con el simple hecho de que exista. Hoy no vamos a hablar de ellos.
Hoy habl
amos de como las finales deportivas atraen a los que adoran el deporte, entre los que me encuentro como ya sabéis todos, y los que no. Las finales son épicas, algunas pasaron a la historia y otras lo harán cuando se celebren. Lo cierto es que todo lo que rodea la final deportiva lleva a lo emotivo, solemnidad en los actos, espectacularidad en las celebraciones, datos históricos, récords, música contundente y conocida, imágenes alucinantes y muchas cosas más.Pero hay gente que no ve todo eso y se acerca al estadio, o la radio, o la televisión para presenciar una final. Casi todo el mundo tiene un recuerdo sobre alguna final deportiva, no importa la modalidad, o la época, casi todos la tenemos. Y casi todos nos posicionamos hacia uno u otro bando, aunque no nos vaya nada en ello. Queremos GANAR y pasarlo bien, pero ganar al fin y al cabo. La competitividad es innata en el ser humano, en casi todos al menos, y las fina
les deportivas nos ofrecen esa dosis que nos falta en la vida.Mucho se puede filosofar sobre el qué, por qué, cómo, etcétera, pero a mí me gusta ver la respuesta de los millones de seguidores (energúmenos aparte), la alegría que provoca una victoria, o la tristeza en el bando perdedor. Abrazos entre desconocidos, miles de personas unidas en un gesto o una canción, compartir con los demás o soñar lo mismo. Y eso vale para los que ganan y los que pierden.
Las finales deportivas han unido países en guerra en actos espontáneos, y ha dado momentos de alegría a mucha gente que no la tiene en su día a día. Ya sé que también tiene su parte mala, pero como casi todo en el mundo, y creo que lo bueno supera con mucho, muchísimo a lo malo.
Súper Bowl: 300 millones de espectadores (110 sólo en USA).
Final del mundial de fútbol: 600 millones de espectadores.
J.J.O.O: 700 millones de espectadores.
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