miércoles, 22 de diciembre de 2010

GÉNERO DE VIOLENCIA

VIENDO: Nada
ESCUCHANDO:


Estaba atónita, hipnotizada mirando el cerebro que estaba en el suelo escapando definitivamente del cráneo del hombre que lo contenía. No sabía cuánto tiempo había pasado desde el momento en que después de asestarle el hachazo, con las manos desnudas, le había terminado de separar la tapa de los sesos levemente levantada.
Con el crujir de los huesos astillados, y esa especie de fino crepitar que emite la carne al desgarrarse, aún en sus oídos, empezó a lamerse los dedos llenos de sangre, trocitos de cerebro, y líquido cefalorraquídeo.
Fue uno de esos esponjosos trocitos lo que la despertó de su hipnosis, o su shock, o lo que fuese el estado en el que estaba sumida. Se detuvo con el dedo índice de la mano izquierda aún en la boca, se miró la otra mano también cubierta de sangre de la cabeza del hombre y de la suya propia.
Como si estuviese sorprendida, empezó a mirar, como si buscase algo por toda la habitación. Aún sin moverse de su sitio, acuclillada, como la niña que intenta protegerse de algo. El reflejo de algo metálico, creado por la pequeña lámpara de la mesilla auxiliar, le hizo desviar hacia allí la mirada. Ya había encontrado lo que andaba buscando, y lloró, lloró al ver las tijeras de cocina en el suelo, y lloró al ver los dedos que le faltaban en la mano derecha y que él le había cortado. Entonces se levantó, cogió el hacha y empezó a asestar hachazos al cadáver de su marido sin miedo en el corazón. Cuando paró estaba exhausta y con el cuerpo cubierto de trozos de hueso, carne y sangre; y volvió a acuclillarse y siguió llorando. Lloró al recordar las palizas, y lloró por los insultos, y lloró por las violaciones, y por sus hijos, y por el amor, por el miedo, por la ignorancia, por ella, y por él. Pero lloró más cuando en la litera de su celda leyó en el periódico la noticia en la que se leía:
"Una mujer asesina a su marido, sin motivo aparente, y en la orgía de sangre y mutilación ella misma pierde dos dedos."
"Algo así sólo puede ser fruto de una mente enferma." Apostillaba el redactor.

Entonces lloró de nuevo, pero esta vez lo hizo por nosotros.

2 comentarios:

Estela Rengel dijo...

No sé si esto es real o te lo has inventado tú, pero si es lo segundo, me quito el sombrero, me ha encantado. Qué verdad que las apariencias engañan.

Nombre: Sianakrom dijo...

Es cosa mía, así que GRACIAAASSSS!!!!!

A TIENTAS (MARIAH MENESES WASHINGTON)

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