MEJOR... LA SANGRE

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Se despertó de repente, lo vio todo borroso y rojo, notó como algo pegajoso unía su pelo al suelo. Alguien había vomitado muy cerca de su cara, pero no fue el apestoso olor lo que le despertó; tampoco fue ese murmullo, que oía a lo lejos como si estuviera medio sordo, a fiesta. ¿Risas? Tampoco.
Se quedó unos segundos tomando conciencia de sí mismo y entonces se percató que había perdido la camiseta de algún modo y que aquello que le había despertado estaba mojado, mojado y caliente, y estaba cayendo sobre su espalda en ese mismo instante. Ni el murmullo ni las risas eran lejanas y la fiesta se la estaban pegando tres hijos de puta que se estaban meando sobre su espalda. Intentó levantarse, pero al apoyar las manos en el suelo, uno de aquellos cabrones le regaló un par de costillas rotas en forma de patada. De todas formas no lo habría conseguido el dolor y el mareo eran demasiado grandes. Por suerte, ese algo pegajoso, no era el vómito que tenía tan cerca de la cara, sólo era sangre.