sábado, 10 de noviembre de 2007

JUGANDO CON FUEGO

VIENDO: Vicky el vikingo
ESCUCHANDO: George Bizet "Carmen"


Hoy en los billares, he vuelto a jugar (tiembla Efrén), ha ocurrido una escena que me ha llamado poderosamente la atención. Yo llevaba un par de horas jugando cuando a la mesa que está situada justo en la diagonal de la mía han llegado tres pájaros y se han puesto a jugar. Dos de ellos eran negros norteamericanos y el otro blanco oscuro, americano también pero del sur. Éste último hablaba en castellano con uno de los negros y con el otro en inglés de Albacete puesto que no hablaba nada de castellano.

Yo me paro un minuto, me enciendo un cigarrillo y miro cuál será mi próxima jugada. Entonces llega a mis oídos la siguiente conversación:


-… tienes que tirar a los bolas que están por detrás de la línea del centro de la mesa

-what?

-aquí jugamos así, además yo tengo un billar…


Me giro y me quedo mirando al sudamericano que no paraba de largar en un spanglish extraño. El negro que hablaba castellano le escuchaba y le intentaba explicar cómo se juega a 14.1 (verdadero juego de pool y el más puro) pero el otro ni caso. Cada vez que se dirigía al otro, éste ponía una cara un tanto extraña.

El tío sudamericano, dale que te pego con las normas, si la blanca salta va en medio de la mesa, dos tiros, no te puedes apoyar en otra bola… ¡Joder no acertaba ni por casualidad! En más de una ocasión me dieron ganas de decirle –tío déjalo no das una- pero me abstuve porque quería ver qué ocurría. Esto me lo han pegado Rac y Nesh.

Sigo jugando mientras tengo la parabólica puesta en la otra mesa, el pollo seguía y seguía diciendo estupideces sin parar y el negro que no hablaba castellano cada vez más agobiado. Su cara de extrañeza fue dando paso a su cara de cabreo y a medida que pasaba el tiempo y el sudamericano adaptaba las normas para ganar, la jeta de cabreo del negro se tornó en una amalgama de gestos de “se me está acabando la paciencia y me estás tocando los cojones y te voy arrancar la jodida cabeza”. Entonces es cuando me doy cuenta de un detalle, pequeño para mí pero de suma importancia para el sudamericano. El negro que hablaba castellano llevaba una camiseta de manga corta y se le veía un tipo de complexión normal tirando a deportiva, últimamente todos los negros están cachas, pero el otro llevaba una camisa tejana de manga larga, de esas súper-anchas que te sobran por todas partes. A él también le sobraba, pero a la altura del pecho, le quedaba como un corsé. Tenía un pecho descomunal. Me fijé en las manos y la porra del taco entre sus dedos parecía un palito del “mikado”.

Creo que el sudamericano no se fijó en esos detalles “sin importancia” porque si lo hubiera hecho se habría callado rápidamente al verle la cara.

Lo malo es que dicho negro tenía una paciencia de santo, así que no sé cómo habrá terminado la cabeza del “listo”, si encima de sus hombros o volando por los billares hasta aterrizar en la mesa de Snooker. Yo me he marchado y seguían jugando. Si finalmente pasó algo me enteraré y ya os lo explicaré.


Ciao, ciao, ciao

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